miércoles, 15 de mayo de 2013

MANIFESTACIÓN


Reconozco que nunca me han gustado las aglomeraciones. Me hacen sentir incómodo. Pero hoy he venido hasta esta plaza porque ya no aguanto más. He venido solo. Todos mis amigos superan los treinta y cinco años y la crisis no les ha golpeado tan duro como me está golpeando a mí. Me avergüenza que esto sea así, pero si no me pasara lo que me está pasando, sería como ellos. Nunca he tenido unas ideas políticas demasiado definidas. Lo que me ha traído  hasta esta manifestación no es el compromiso, sino la rabia. Durante los cuatro años que dura ya esta crisis, me he limitado a observar las concentraciones por televisión. Desconfiaba de los indignados. La verdad es que no me gusta esa palabra. Indignado. Siempre la he relacionado con alguien en una parada de autobús enfadado porque el autobús que le lleva de vuelta a casa se retrasa, pero que cuando llega se sienta dócilmente hasta llegar a su destino. No terminaba de fiarme del movimiento del 15M. Se convirtió en un circo mediático. Acudí a la Puerta del Sol los primeros días y llegué a creer que un cambio era posible. Poco a poco, la situación se calmó. Las elecciones en Madrid dieron el triunfo por mayoría absoluta al Partido Popular y me desengañé. Al final, el 15M se parecía más a la válvula de una olla a presión dejando escapar lentamente el vapor de la ira del pueblo que a una revolución. Como si el gobierno hubiera calculado los pasos con precisión para que el descontento popular estallase en una explosión controlada desde arriba. Pero supongo que plantó una semilla en la sociedad y es eso lo que nos ha traído hasta esta plaza. Aún así, quizás ya es tarde. Para mí y para todos.