domingo, 27 de octubre de 2013

CLASES


Hay una mujer parada en la calle frente al escaparate de una peluquería. Se acaricia el cabello, largo y negro, mientras observa su reflejo en el cristal. Tiene los párpados hundidos y la piel morena y se mira despacio, como estudiando su rostro. Está vestida con unas mallas grises y una camiseta rosa que le deja al descubierto los hombros. A su alrededor, la gente va y viene. La mujer se toca el cabello una última vez mientras se dirige a la puerta de la peluquería. Y entra. Y se sienta en un sillón. Y tras el cristal la sigo observando, ahora sentada frente al espejo, cubierta por una tela blanca. Le dice unas palabras a la peluquera, y ésta sonríe, y le pasa la mano por la cabeza con dulzura, como una madre consolando a su hija. Y alza las tijeras y con la mano libre, mide su cabello. Y le corta más de la mitad. Y en ese momento, la mujer deja caer dos lágrimas, que dibujan un sendero húmedo por la piel de sus mejillas. Y la peluquera sigue su trabajo, igualando el corte, recogiendo el pelo que cae y colocándolo sobre una mesa a su lado. Y la mujer sigue llorando, en silencio, mientras observa como la peluquera le da su forma a su ahora media melena. Y nadie más parece darse cuenta de su drama, ni siquiera la peluquera, que sigue con su labor, ajena a su llanto. Y cuando termina, coloca una cinta blanca alrededor del cabello recién cortado y lo cuelga de la pared, bajo un cártel en el que pone “cabello negro, 100 reales x 50 cm”. Y cuando se levanta, la mujer abre la mano y la peluquera deposita en ella un billete de cincuenta.

La mujer sale de la peluquería, con el pelo corto y la cara húmeda por las lágrimas y se va hacia la estación de Guadalupe. Y en sus ojos está escrita la vergüenza de ser pobre. Y otra mujer, que esperaba en la peluquería haciéndose la manicura, se sienta en la misma silla, sonriente, y la peluquera le enseña muestras de cabello natural y aparta el negro con un gesto de desprecio, y elige el rubio, que cuesta más caro. Y abre una revista, y la ojea, despreocupada, mientras la peluquera comienza a trabajar.

JAVIER NIX CALDERÓN

viernes, 11 de octubre de 2013

TU PUTA VIDA EN UNA HOJA


Un Curriculum Vitae, o CV, como lo llamaré a partir de ahora, es tu puta vida. Tu puta vida en una hoja. Tu puta vida en una hoja para vender una parte de tu puta vida a cambio de dinero. Un CV no son tus datos personales, ni tu experiencia laboral. Un CV no son tus intereses, aspiraciones, capacidades o habilidades. Un CV es la forma de prostitución capitalista por excelencia. Un CV contiene tu nombre, tus años de trabajo, pero no tus sueños. 

lunes, 16 de septiembre de 2013

SI FUERA ALCALDE DE MADRID



Si fuera alcalde de Madrid no lloraría por perder unas Olimpiadas. Antes lloraría cada mañana al leer las cifras de desempleo en una ciudad azotada por una de las peores crisis económicas que haya padecido. Lloraría al caminar por Vallecas y observar un barrio destruido por la falta de futuro. Llamaría a las puertas de las casas para escuchar de primera mano historias que hablan de desolación, miseria y precariedad. Acudiría a Villaverde para ver como setenta policías antidisturbios desalojan de su vivienda a una familia obrera por orden de un banco rescatado con fondos públicos. Iría a un instituto para observar como los jóvenes son tratados como ganado estabulado, amontonados en aulas donde un profesor impotente se afana por cumplir un programa educativo ideado para crear esclavos y no hombres y mujeres libres. Me llenaría de su dolor hasta hacerlo mío y con ese dolor, con esa rabia, agitaría las calles hasta que Madrid zumbara como un enjambre de abejas enfurecidas.

jueves, 22 de agosto de 2013

DIEZ FORMAS DE AMOR


1ª FORMA DE AMOR

Nelson Mandela encerrado en Robben Island durante 17 años en una celda de cuatro metros cuadrados por ser el líder del brazo armado del Congreso Nacional Africano, con una luz encendida día y noche encima de su cabeza, soñando con una Sudáfrica libre de racismo y odio.

martes, 16 de julio de 2013

UN CAFÉ PARA LLEVAR



Son las 8:30 de la mañana y amanece en Curitiba. Enciendo el primer cigarrillo del día mientras camino hacia la terminal de autobuses de Guadalupe, en el centro de la ciudad. El sol se asoma desde las azoteas de los edificios por primera vez en una semana. El invierno austral golpea duro en esta parte de Brasil. El sol del invierno es un sol tímido y pequeño. Sus rayos apenas aparecen durante unas horas algunas mañanas, lo suficiente para conceder una tregua en este clima frío y húmedo, pero no dura demasiado. Yo, particularmente, noto mucho su falta. Una parte de mí aún sigue en España, donde ahora es verano. El mes de julio en mi mente es el mes del calor mesetario, de las noches tendido en el césped de algún parque mirando las estrellas y de los paseos con mi perro por las dehesas que se extienden por los alrededores de Alcobendas, mi ciudad natal. Quizás por eso me noto más cansado y lento que de costumbre. Quizás también por eso he aumentado mi consumo de tabaco. Estoy en una cajetilla diaria, y subiendo. El humo de los cigarrillos calma la ansiedad que estos cielos nublados me causan.

miércoles, 15 de mayo de 2013

MANIFESTACIÓN


Reconozco que nunca me han gustado las aglomeraciones. Me hacen sentir incómodo. Pero hoy he venido hasta esta plaza porque ya no aguanto más. He venido solo. Todos mis amigos superan los treinta y cinco años y la crisis no les ha golpeado tan duro como me está golpeando a mí. Me avergüenza que esto sea así, pero si no me pasara lo que me está pasando, sería como ellos. Nunca he tenido unas ideas políticas demasiado definidas. Lo que me ha traído  hasta esta manifestación no es el compromiso, sino la rabia. Durante los cuatro años que dura ya esta crisis, me he limitado a observar las concentraciones por televisión. Desconfiaba de los indignados. La verdad es que no me gusta esa palabra. Indignado. Siempre la he relacionado con alguien en una parada de autobús enfadado porque el autobús que le lleva de vuelta a casa se retrasa, pero que cuando llega se sienta dócilmente hasta llegar a su destino. No terminaba de fiarme del movimiento del 15M. Se convirtió en un circo mediático. Acudí a la Puerta del Sol los primeros días y llegué a creer que un cambio era posible. Poco a poco, la situación se calmó. Las elecciones en Madrid dieron el triunfo por mayoría absoluta al Partido Popular y me desengañé. Al final, el 15M se parecía más a la válvula de una olla a presión dejando escapar lentamente el vapor de la ira del pueblo que a una revolución. Como si el gobierno hubiera calculado los pasos con precisión para que el descontento popular estallase en una explosión controlada desde arriba. Pero supongo que plantó una semilla en la sociedad y es eso lo que nos ha traído hasta esta plaza. Aún así, quizás ya es tarde. Para mí y para todos.

martes, 2 de abril de 2013

QUERIDO MUELLE


Foto de José Antonio Rojo www.rojofoto.es

Ambos nos enamoramos de la misma luz y del mismo grito. Compartimos esa pasión que pocos entienden y  muchos desprecian por darle un poco de color a las mejillas de esta Babilonia que llamamos Madrid. Vivimos épocas diferentes: tú La Movida, sorteando charcos de vómito, huyendo de la Parca que esgrimía una cuchara quemada de heroína y una jeringuilla; yo los años de la locura del progreso económico, buscando el rostro auténtico de Madrid tras las luces de neón y bajo el asfalto donde han muerto los sueños de toda una generación. Ambos sentimos la misma ambivalencia hacia una ciudad viva y muerta a la vez, cosmopolita y provinciana, burguesa y obrera, falsa y cierta. Ambos buscamos la luz desde el extrarradio de Madrid, donde el corazón del tiempo late más despacio. Ambos, estoy seguro, observamos las luces de Madrid ardiendo en la noche, asustados ante la misma enormidad. Miramos a los ojos a los mismos fantasmas, a los mismos cinco millones de muertos. Y para no morir viviendo como ellos, nos dirigimos a las paredes para escribir sobre ellas soñando con la eternidad.

viernes, 29 de marzo de 2013

VIAJAR SOLO: JERUSALÉN


No recuerdo qué fue lo que me atrajo de Jerusalén. Tenía dieciséis años y había caído en mis manos un libro sobre el conflicto árabe-israelí. Lo leí con voracidad, sorprendido por la historia de esta región tan convulsa, apenas un pedazo de desierto habitado desde los comienzos de la civilización. Tres mil años de guerras, conquistas y saqueos que orbitan alrededor de un nombre: Jerusalén, la Ciudad Santa para las tres religiones monoteístas más practicadas del mundo. Yo quería entender por qué los hombres se mataban invocando a un Dios que era el mismo nombrado de tres maneras distintas. Aún no conocía las conexiones económicas y políticas inherentes a toda religión que impregnaban esa ciudad en mayor medida que ninguna otra. Pensaba que algo debía poseer esa ciudad que la hacía única, algo más allá de Jesucristo, las Cruzadas, la Cúpula Dorada, la Iglesia del Santo Sepulcro o el Muro de las Lamentaciones. A mis dieciséis años, intuí que en la contradicción que Jerusalén representa se encontraba la respuesta para ordenar el caos de la existencia humana. Tras recorrer los rincones de la ciudad, ocho años después, descubrí que Jerusalén no es la respuesta. En todo caso, Jerusalén es otra pregunta. Quizás la última. La pregunta final.

lunes, 18 de febrero de 2013

NINGUNA RANA SIN NENÚFAR



Ruperto era un renacuajo que vivía en una charca muy pequeña bañada por el sol, con sus padres y sus cinco hermanos. La familia de Ruperto era muy pobre, pero no siempre fue así. Sus padres le contaban  historias sobre tiempos mejores, en los que la charca era mucho más grande y el agua más limpia. El hogar de Ruperto era un charquito de agua turbia en el que escaseaba la comida. Las ranas más viejas del lugar se reunían todas las noches, a la luz de la luna, y croaban tristes mientras recordaban la charca que conocieron, en la que los nenúfares abundaban y había sitio para todos. Las pequeñas plantas acuáticas florecían por toda la superficie de la charca, ofreciendo sus hojas a las ranas, que se tumbaban sobre ellas y calentaban sus cuerpos bajo el sol del mediodía. “Eso fue antes de que llegaran los sapos”, decían las ranas ancianas. “Los sapos aparecieron un día en la charca y nos dijeron que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades. Lo primero que hicieron fue privatizar las semillas de los nenúfares. Las ranas más ricas de la charca comenzaron a adquirir los derechos de las semillas de nenúfar. Ese fue el comienzo del fin”. Ruperto no entendía como esos sapos pudieron reclamar como propias unas plantas que no pertenecían a nadie. “No pudimos evitarlo –explicó una rana-. Vinieron con un ejército de serpientes. Los que se opusieron fueron devorados por ellas. Las ranas más valientes fueron las primeras en morir. Pero la mayoría teníamos hijos y sentimos miedo.”

domingo, 27 de enero de 2013

EL ÚLTIMO SUPERVIVIENTE DEL 11 DE SEPTIEMBRE



Soy el único superviviente de la Zona Cero. Soy un peral. Resistí a toneladas de cemento y acero cayendo sobre mí aquel 11 de septiembre de 2001. Fui testigo de primera línea del atentado terrorista más sangriento en la historia de la Humanidad. Estuve enterrado más de un mes entre los escombros del World Trade Center. Esta es mi historia.

viernes, 11 de enero de 2013

EL ARTE DE LA HUIDA



Para mi hermano Alberto, que fue, de verdad, un B-Boy hasta la muerte.

Todas las ciudades se parecen de noche. Alcobendas es otra ciudad más del extrarradio a la sombra de Madrid, habitada por cien mil personas, pero en ese momento Alberto siente que es única y le pertenece. Mientras camina por la calle, con su mochila cargada de aerosoles, dibuja en su mente el graffiti que está a punto de plasmar en la pared. El ruido de los sprays agitándose le hace andar más despacio. Piensa que hasta el último vecino de los portales que deja atrás debe haberse despertado al oír el tintineo de los botes de pintura chocando unos con otros. La adrenalina agudiza sus sentidos hasta el límite. Lo capta todo: la luz de las farolas iluminando tramos de acera, las caras de los ocupantes de los pocos coches que atraviesan la madrugada, el sonido de los televisores en las casas de los que no pueden dormir. Disfruta enormemente de esa sensación. Se dice a sí mismo que merece la pena correr el riesgo de ser multado. El graffiti lo merece. Ha dado sentido a su vida. Siente la soledad del artista al que el mundo no comprende, pero no se siente sólo. Le basta con mirar a las paredes y ver la firma de otros como él para saber que forma parte de algo más grande que sí mismo. Las firmas no son letras unidas al azar. No, él bien lo sabe. Detrás de cada una de ellas se esconde una historia, una vida que transcurre entre el anonimato y el afán de llegar a todas partes, entre la luz del día y la oscuridad de la noche. Se para frente a una pared llena de graffitis y busca un espacio libre con la mirada. Saca su rotulador y se acerca. Pinta su nombre, el que él ha elegido: Nix.