lunes, 19 de marzo de 2012

SUS OJOS ERAN UN INCENDIO


Sus ojos eran dos ascuas encendidas que relucían en la penumbra del salón. Tenía el lomo arqueado y se desperezaba, ajena a mi presencia. No quise perturbar su paz. Dicen que los gatos pueden ver cosas que los seres humanos somos incapaces de percibir. Su mirada estaba fija en un punto indeterminado de la pared. Las sombras que arrojaban las farolas de la calle bailaban sobre los muros. Me parecían espectros que se debatían con furia entre la herrumbre y el polvo de un tiempo ya muerto. Me acerqué hasta ella,  pero la gata no se inmutó. El brillo de su mirada iluminaba tenuemente la habitación, como dos luces que titilan en la distancia, débiles pero incombustibles. Quizás, quién sabe, estaba recordando tiempos más felices. Quizás el baile de las sombras trajo a su memoria de felino tranquilo una época llena de luz y movimiento, una época en la que la muerte aún no había hecho presencia, colmando la casa de silencios y sufrimiento.

miércoles, 14 de marzo de 2012

UN MÚSICO EN EL METRO DE MADRID



Hay un hombre sentado en un pasillo del Metro de Madrid que toca el saxo. No debe superar los cincuenta años, pero su frente surcada de arrugas y su gesto cansado le añaden algunos años más. Le veo siempre a la misma hora, inmóvil entre el gentío que discurre arriba y abajo por el pasillo. Cuando llego al final de las escaleras mecánicas en las que comienza el pasillo, le busco con la mirada. Algunos viajeros se acercan hasta él y depositan unas monedas en el estuche de su saxofón, sin detener su marcha. Al llegar hasta donde se encuentra, ralentizo mi avance. Hoy interpreta una pieza de jazz. Apenas abre los ojos, mientras sus dedos se acoplan a las teclas de su instrumento, cadenciosa e instintivamente. Me sitúo a su lado, a una distancia prudente, y le escucho durante unos minutos.